En estos tiempos abunda mucho la oferta de talleres, existe todo un supermercado de cursos, talleres de superación personal, de crecimiento, talleres para ayudar a conectar con el cuerpo, a tranquilizar la mente, a trabajar las emociones, talleres largos y cortos, caros y no tan caros, en fin hay tantas alternativas, y muchas de ellas son realmente útiles. A mi estos cursos y talleres me han ayudado a verme más claramente, a entender que no estoy sola en mi dolor, a descubrir posibilidades insospechadas en mi misma, me han ayudado a compartir con los demás a pesar de mi vergüenza y de mi miedo, y en general me han ayudado a ser más fuerte y a tener más confianza en mi y en la vida.
Sin embargo a veces tomamos demasiados talleres, como una manía, uno tras otro, pensando que el próximo va a ser la clave de nuestra liberación, creemos que un taller es importante para nosotros si lo da una persona importante, si el tema suena interesante, si es algo novedoso, etc. Y de alguna manera no nos damos un espacio para realmente estar a solas y descubrir desde ahí quienes somos y que queremos.
Quisiera compartirles acerca de un taller que a mi me ha servido mucho, lo tomo dos o tres veces al año y no tiene un nombre ni una agenda en particular. Muy probablemente varios de ustedes también lo han tomado y quizás coincidan conmigo. En este taller nada ni nadie es tan importante, pero la enseñanza es fundamental y aunque no hay nada especial que hacer para algunas personas no es un taller muy fácil. La primera vez que me atreví a tomarlo sentí que me ayudó mucho el haber asistido antes a talleres formales donde gané fuerza y confianza.
Este Taller básicamente consiste en salir a estar sola, solo contigo mismo, a un pueblo o a un lugar en la naturaleza. De dejar por unos días la comodidad y seguridad de la casa, la ciudad y las personas conocidas y explorar un lugar en el campo o en un poblado, ya sea acampando, ya sea alquilando un cuarto en una casa del pueblo, en una posada, un espacio donde te sientas seguro y puedas estar solo, sola.
Uno de los regalos mas grandes que me ha dado Oaxaca es esa posibilidad de salir a la naturaleza que es realmente esplendorosa y encontrarme también con comunidades indígenas en donde puedo compartir con personas que tienen, en su sabiduría profunda, una visón más simple y natural de la vida.
En ocasiones me ha bastado desviarme de una carretera pavimentada, por una hora o más en un camino de terracería y me encuentro de repente en otro mundo, en otra época. Al adentrarme en los cerros puedo sentir que todo el torbellino de mi mente se aquieta cuando a la distancia veo una anciana caminar junto a su burro con paso lento, allí integrados perfectamente en la inmensidad del paisaje. Una escena de ahora y del pasado. Algo le sucede a mi mente en esos momentos, como si una oleada de paz la invadiera, y cuando eso pasa, sé que el taller ya comenzó.
Cuando vamos a un taller o a un grupo de crecimiento generalmente vamos solos, no queremos que otros nos conozcan porque realmente queremos atrevernos a explorar a fondo, en confianza, dentro de nosotros, sin temor a ser juzgados. Asi es este tipo de taller, es importante ir solo, si voy caminando con alguien y veo una vaca negro azabache brillar contra el verde esmeralda de los cerros y le digo a la persona a mi lado –“Mira esa vaca color azabache como brilla contra el verde esmeralda de los cerros, que bonita!” - algo pasa al poner todo eso en palabras, esa visión se vuelve una imagen, un concepto, las palabras la limitan, y algo fundamental se pierde. Porque la vaca que atrajo mi atención es mas que su forma y los colores del fondo son mas que los colores, es también sentir esa presencia tranquila, es sentir la perfección y armonía en todo eso, la inocencia del momento, la dignidad de la vaca, y solamente en el silencio se puede sentir todo eso. Y entonces solo queda decir –“ gracias vaca, gracias!” Y gracias roca, flor, ave, gracias viento que me hablas en tu lenguaje de paz.
A veces voy en mi carro, a veces en un trasporte publico, en una ocasión cuando iba en la parte de atrás de una camioneta a una comunidad, el vehiculo se detuvo en medio de los cerros, estaba nublado, lloviznaba y hacia frió… no entendí porque se detenía, hasta que a lo lejos vi que de una choza perdida en la inmensidad de los cerros venía con paso rápido una mujer toda vestida de azul. La vimos atravesar los campos, la esperamos pacientemente hasta que llegó y se subió atrás, sentándose frente a mí. Estaba mojada, con barro en sus zapatos y tenía un rostro serio y triste, no hizo caso de quienes la rodeábamos y al rato cuando la volví a mirar vi que de sus ojos salían lágrimas, así en silencio, solo le escurrían las lágrimas por sus mejillas, mientras que su rostro permanecía imperturbable. Lloró mucho tiempo en silencio mientras el vehiculo brincaba entre las piedras. Para mi fue una experiencia fuerte, verla ahí sabiendo que nunca entendería el porque de esas lagrimas, pero a la vez entendiéndolo todo. Cuando vi ese dolor sentí como un presagio…no lo puedo decir en palabras, pero como que esas lágrimas se relacionaban conmigo, y fue pocos días después que yo misma pasé por un inmenso dolor, en donde lloré tanto o más que ella…La mujer en azul nunca se me ha olvidado. Ella fue una gran maestra en este taller, como lo son el burro, el cielo, los colores y el canto de los pájaros.
En los pueblos dispersos en las montañas de Oaxaca la vida no es fácil, y puedo ver que hay mucho sufrimiento, los hombres jóvenes se van al norte, hay muchos ancianos, prácticamente solos, y muchas mujeres que hacen un trabajo muy pesado, cargan, siembran, cosechan, cuidan animales, y siguen trabajando cuando están empapados por la lluvia o cuando el sol les cae a pico en la espalada, y en sus corazones cargan con muchas historias de abandono. Aun así, cuando las encuentro su rostro esta sereno y su sonrisa es fácil.
Me gusta sentarme a platicar con ellas, porque su lenguaje es diferente, mas inocente, más directo, si quieren saber quien soy me preguntan abiertamente todo y generalmente acaban diciéndome “pobrecita.” Y me gusta también quedarme junto a un arroyo escuchando la música del agua y viendo la danza de las libélulas y sintiendo que no tengo nada que hacer más que estar ahí, asi de simple.
En este taller tanto la naturaleza como la gente del campo me enseñan, y voy viendo que sucede en mi interior con la sencillez de las personas, sobre todo de los ancianos, ese tomar la vida con aceptación, tal cual es, esa ausencia de rebuscamientos mentales y ausencia de adornos o cosas superfluas en sus humildes casas. Que me pasa cuando los veo trabajando la tierra, sus pies descalzos que se vuelven como la tierra cuando siembran o cosechan su maíz, y que me pasa cuando recibo de sus manos tan gastadas por el trabajo, esas tortillas que me regalan y que vienen tan directamente de la tierra, del fuego y del calor de sus manos y que tienen el sabor de todo eso.
En ocasiones algunas personas me permiten sentarme en sus chozas mientras trabajan, simplemente a “estar”… y me doy cuenta que no se trata de que ellos me enseñen sobre su cultura o me ayuden de alguna manera o de que yo les enseñe cosas que yo he aprendido o que les ayude, se trata simplemente de estar, ahí en ese espacio, en el silencio de la vida cotidiana… un pollo da un brinco para alcanzar en el aire a una palomilla que revolotea bajo la lluvia y de pronto aparece la cara de un chivo en la puerta, como una visión extraña, como llamándome a estar presente... y los pies descalzos que no paran… y mi yo tan importante se mezcla con el pollo, la cara de asombro del chivo y los pies que van y vienen. A veces compartimos historias y en sus historias logro ver mi propia historia, que es solo eso, una historia más….escuchamos nuestras historias, tan diferentes y tan iguales y eso nos conforta y nos une.
La naturaleza de una manera que nunca entenderé, se sonríe cuando me asombro de su belleza y de su misterio y lo mismo siento que le pasa a las personas, en lo profundo se alegran cuando estoy presente con ellas, aunque sea en silencio. Dicen que nuestros ojos son los ojos del universo y que a través de ellos el universo puede extasiarse de su creación... puede mirarse a si mismo, recrearse de si mismo. Quizás todo eso tenga que ver con la paz que se siente en este tipo de taller.
Este es pues el taller al que me refiero. Los que lo pueden tomar son muy privilegiados y siempre hay lugares disponibles, los maestros son excelentes porque no se consideran maestros, no es muy caro, el precio es dejar la seguridad de tu casa, de tu vida, de dejar de insistir en saber lo que vas a encontrar , se trata solamente de atreverte a ir sola, solo, a confiar en que la naturaleza te toma de la mando y te lleva al lugar que te corresponde con las personas que te corresponden, todo lo demás se lo dejas a la magia. .. como me sucedió con la mujer vestida de azul.
Virginia filip
1 comentario:
Beautiful.
Publicar un comentario